Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2022-01-20
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   14-15
Sección:    - FT WEEKEND
Centimetraje:   28x47
La Segunda
Fuerza laboral envejece rápidamente en el mundo
La verdadera diversidad debería incluir también la edad
La fecha de nacimiento está en un segundo plano en las políticas de inclusión y discriminar en base a ella sigue siendo perfectamente aceptable en los lugares de trabajo. Ello debe cambiar y mientras antes, mejor.
En septiembre de 2018 Ian Tapping, un director de proyectos del Ministerio de Defensa británico, convocó una reunión con recursos humanos. Había tenido una disputa con su empleador y quería presentar una queja por acoso y hostigamiento. En el transcurso de la conversación, su director de RR.HH. humanos le preguntó cuándo pensaba jubilarse. Tapping, que tenía unos sesenta años en ese momento, renunció posteriormente y demandó al ministerio por discriminación por razones de edad.

El mes pasado ganó el caso. Un juez dictaminó que es ilegal preguntarle a alguien sobre los planes de jubilación a menos que ellos mismos hayan planteado el tema, lo cual no había ocurrido en este caso. Dicha pregunta era discriminatoria por razones de edad, dijo el juez, ya que no se le habría hecho a una persona de 30 años.

El veredicto se publicó en el Daily Mail y los lectores del periódico quedaron totalmente enojados. Este país se ha vuelto loco, exclamaron.

Dado que el lector promedio del Mail es apenas un par de años más joven que Tapping, la hostilidad resultó extraña. La discriminación por edad está tan extendida que es probable que ellos mismos hayan sido objeto de ella. Una encuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2021 reveló que una de cada dos personas tiene actitudes discriminatorias por razones de edad, mientras que según el Barómetro Nacional de Prejuicios y Discriminación, un estudio de 2018 realizado para la Comisión de Igualdad y Derechos Humanos de Gran Bretaña, el 26% de las personas experimentó discriminación por edad.

Una encuesta tras otra establece lo mismo: a los mayores de 50 años les resulta más difícil conseguir entrevistas de trabajo y son quienes tienen más probabilidades de perder sus empleos.

El dictamen del mes pasado parece un caso evidente de progreso. Acertadamente, equipara la jubilación con el embarazo; en las últimas dos décadas, los empleadores han aprendido a no preguntarle a una mujer joven cuándo piensa tener un hijo, a menos que quieran acabar en los tribunales. Ahora resulta que el mismo principio se les aplica a los trabajadores mayores.

Esto puede requerir un cierto ajuste, ya que ese tipo de preguntas se hacen todo el tiempo. Cuando comenté el caso con una amiga de 56 años, me dijo que su jefe le había preguntado esa misma semana: "¿Asumo correctamente que pretendes estar en el organigrama a finales de 2022?" Lo cual fue una forma elegante de insinuar que no se arrepentiría si la respuesta era negativa.

Discriminación silenciada

Los empleadores no sólo tendrán que adaptarse, sino que tendrán que hacerlo rápidamente, ya que hay muchos más trabajadores de edad avanzada en el trabajo. En 2012, un 25% de la población activa del Reino Unido tenía más de 50 años; en 2050 será más de un tercio. Como promedio, los hombres del Reino Unido trabajan ahora hasta los 65 años, dos años más que en el año 2000. Las mujeres se jubilan ahora como promedio a los 64 años, en comparación con los 61 de hace 20 años.

Aunque la discriminación por edad está en todas partes, pocas víctimas deciden llevar a sus empleadores a los tribunales. A pesar de que en el Reino Unido es ilegal discriminar por motivos de edad desde 2006, este tipo de casos sólo representa un porcentaje insignificante de la carga de trabajo total de los tribunales de empleo. "Todavía está bajo el radar", dice Lyndsey Simpson, fundadora del sitio web de empleo 55/Redefined, "porque la gente no quiere hablar de ello. Piensan que los criticarán y que eso limitará sus carreras. He perdido la cuenta del número de hombres a los que se les rechaza para un empleo".

El mes pasado, cuando Adam Boulton, de 62 años, dejó su puesto de editor político de Sky News, le dijo al Times que era por "decisión mutua" y que el canal se estaba concentrando en "la próxima generación". Y añadió: "La TV es muy sensible a la idea de la diversidad". No parecía haber ninguna ironía en su comentario; la idea de que la verdadera diversidad debería incluir también la edad no se le había ocurrido ni a él ni a su empleador.

La edad no sólo está en un segundo plano en las políticas de diversidad, sino que sigue siendo perfectamente aceptable en la sociedad educada ser tremendamente discriminatorio por razones de edad. En The Atlantic el mes pasado apareció un artículo en el que se lamentaba que EE.UU. ya no genera grandes ideas en la cultura, la ciencia o los negocios. Uno de los motivos, según el escritor (de 35 años), es que los responsables envejecen, y las personas mayores no son tan buenas para aportar nuevas ideas. Si hubiera dicho que las mujeres son menos creativas, habría sido cancelado en el acto. Pero esta calumnia, que apenas intentó defender, pasó todos los controles y, una vez publicada, provocó pequeñas quejas en lugar de una furia total.

Nuestra ceguera ante la discriminación por edad es especialmente desconcertante, ya que se trata de un prejuicio que no va en contra de las personas que son diferentes a nosotros (otras razas, géneros, etc.), sino que va en contra de nosotros mismos. Según Ashton Applewhite, autora y activista estadounidense contra la discriminación, esta hostilidad es producto del miedo. Tememos envejecer porque exageramos el riesgo de acabar en una residencia de ancianos, seniles y con olor a orina.

El miedo puede ser parte de ello, pero también hay algo más. La discriminación por edad contra mi generación —tengo 62 años— la siento como algo personal. No se nos permite sentirnos discriminados por lo bien que nos ha ido.

¿Generación culpable?

Le comenté este artículo a una amiga de 25 años de la escuela donde doy clases. Puso los ojos en blanco.

"Lo siento", dijo. "No puedo sentirme mal por ustedes. Ustedes tienen pensiones. Han destruido el clima. Yo vivo en un apartamento de alquiler con revestimiento ilegal; tú vives en una casa enorme. Todas las estructuras de poder de la sociedad te benefician. ¿Cuántos altos cargos de compañías o políticos tienen menos de 30 años?"

Señalé que 2 millones de personas mayores en el Reino Unido viven por debajo del umbral de la pobreza. Le dije que se espera que las personas mayores toleren una discriminación de la cual otros grupos se están liberando tardíamente. Se burló; la reté a que me dijera su opinión sobre mi generación: "¡Tecnófobos! ¡Intolerantes", comenzó.

De acuerdo, pensé, la discriminación por edad se da en ambos sentidos. "Ustedes creen que se lo merecen todo! ¡Holgazanas!"

De cierta forma, la pelea fue divertida y fue una muestra de lo bien que nos llevamos.

Estamos de acuerdo en que nuestras diferencias mejoran nuestra vida laboral. Pero nuestro debate me inquietó y me hizo preguntarme si hay algo feo que se esconde bajo la superficie.

El mes pasado sondeé las opiniones de varios cientos de profesionales de edad avanzada que se han convertido en profesores con Now Teach, una organización benéfica que cofundé hace cinco años. Dos tercios dijeron que no habían experimentado ninguna discriminación por edad y que consideraban que sus colegas más jóvenes y sus alumnos acogían de buen grado las diferentes experiencias que vienen con la edad avanzada. Sin embargo, un tercio dijo que en algún momento se había topado con la discriminación por edad en la escuela.

Cuando yo estaba planeando Now Teach, me encontré con la discriminación por edad en todas partes. Un director docente dijo que no quería aceptar a nuestros candidatos porque la capacitación de profesores ya era bastante agotadora para los veinteañeros, así que los cincuentones no serían capaces de hacerlo. Me sonrió con condescendencia, como si acabara de decirme un hecho concreto y no un insulto.

Estereotipos etarios

Estas suposiciones sobre los trabajadores de más edad —que nos falta energía, que no podemos entender la tecnología, que no podemos generar nuevas ideas— no sólo están muy extendidas, sino que se adquieren a una edad tan temprana que parecen ser casi innatas. Justo antes de Navidad les pedí a mis alumnas de economía de primer año que escribieran las características comunes de los trabajadores de 55 años o más. Bajaron las cabezas. Los bolígrafos volaron sobre las páginas. No sean corteses, les dije. Quiero saber qué piensan realmente.

"No se les da bien la tecnología", escribió una de mis alumnas más aventajadas y agradables. "Mala memoria. Se cansan fácilmente. Racistas. Sexistas. Ricos. Se quejan mucho. No pueden aprender nada nuevo. Arrugados. Tienen experiencia. Dulces y gentiles".

Miré las otras listas —que decían prácticamente lo mismo— y me quedé mirando a la clase. Dos docenas de chicas de 16 años me miraron imperturbables. Levanten la mano, exigí, si les molestaría que alguien las acusara de racismo. Toda la clase levantó la mano.

Yo las estoy acusando de edadismo, les dije.

Las estudiantes parecían desconcertadas. En lo que a ellas respecta, se habían limitado a escribir algunas cosas que obviamente eran ciertas.

Les dije que las "arrugas" y la "experiencia" estaban al límite de lo admisible, aunque incluso entonces dependía. Todas las demás eran tonterías. ¿Cuántas eran verdaderas sobre mí? La clase coincidió en que yo no era dulce ni gentil. No me faltaba energía. No era racista ni sexista.

Esto es lo más letal de la discriminación por edad: lo rápido que somos para aplicarnos estereotipos negativos. Como dice Applewhite: "Las personas mayores suelen ser las que más discriminan por razones de edad. Llevamos toda la vida absorbiendo mensajes negativos sobre la edad y el envejecimiento, por ejemplo, que las personas mayores son incompetentes o están desconectadas de la realidad. A menos que te detengas a cuestionar estos mensajes, se convierten en parte de tu identidad".

El otro día olvidé los lentes en casa de una amiga. Es por la edad, le dije mientras me acercaba a recogerlos. Se sonrió y me contó que se había quedado encerrada fuera de su casa. Principios de Alzheimer, coincidimos ambas. Al día siguiente, mi hija me llamó para decirme que había olvidado los lentes en la peluquería de la esquina de mi casa. Ninguna de las dos dijo "es por la edad" ni lo tomó como una señal siniestra de nada. Simplemente fue algo irritante que sucede.

Nuestras actitudes discriminatorias por edad hacia nosotros mismos no sólo nos limitan, sino que nos acortan la vida. Un estudio realizado por académicos de Yale reveló que las personas con un enfoque negativo hacia el envejecimiento lo afrontan peor mental y físicamente y mueren siete años y medio más jóvenes.

Para ponerlo en contexto, la obesidad leve acorta la vida en tres años, y la extrema en diez. No es de extrañar que esto haya provocado un gran revuelo a nivel gubernamental. Los legisladores y los profesionales de la salud se obsesionan con la obesidad. Pero, ¿qué tal el daño causado por las malas actitudes ante el envejecimiento? Hasta que leí sobre la encuesta no tenía ni idea de que existiera: el hecho de que la discriminación por edad puede matarte es un secreto bien guardado.

Pero también muy costoso. Según el informe de la OMS, la mala salud resultante representa una carga anual adicional para la atención sanitaria estadounidense de US$63 mil millones. Sé que los legisladores encargados de la política sanitaria han estado muy ocupados desde que se publicó el informe el pasado mes de marzo, pero todavía no han dicho nada al respecto.

Cambiar nuestras anticuadas actitudes ante el envejecimiento va a ser un largo camino, pero ya hay indicios en EE.UU. de que se están produciendo cambios. El verano pasado, 170 investigadores de ciencias sociales firmaron una carta en la que afirmaban que era estúpido, arbitrario y perjudicial utilizar etiquetas generacionales y generalizar sobre las personas por el hecho de ser millennials o baby boomers. Como señaló más tarde la periodista Catherine Bennett, caracterizar a alguien como típico de la generación Y es tan sensato como caracterizarlo como un típico Escorpión.

Al final, puede que sea mi generación la que tenga que poner las cosas en marcha, denunciando la discriminación por edad en los demás siempre que la veamos e intentando desprendernos de nuestras propias nociones de discriminación por edad. Me he prometido que la próxima vez que alguien intente hablarme de la supuesta baja energía de los cincuentones, haré que se arrepienta. También me complace informarles que acabo de descubrir por mí misma cómo encuestar a los profesores de Now Teach mediante los formularios de Google, sin tener que recurrir a la ayuda de un joven. ¿Adivinen qué? Fue (relativamente) fácil.

Recuadro
"A los mayores de 50 años les resulta más difícil conseguir entrevistas de trabajo y son quienes tienen más probabilidades de perder sus empleos"
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Por Lucy Kellaway -