Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2019-05-03
Tipo:   Suplemento
Página(s):   8-9-10-11-12-13
Sección:   viernes_reportaje
Centimetraje:   32x149

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1-4: Dependencias del segundo edificio que WeWork abrió en Chile, en diciembre del año pasado, en la calle Sánchez Fontecilla. 5. Una reunión de Genias, usuarias frecuentes del espacio.

Leandro Basáez, country manager de WeWork en Chile(al centro), junto a su equipo.
La Segunda - Viernes
¿LA OFICINA DEL FUTURO?
Nació hace nueve años como una startup en Nueva York y hoy es la mayor compañía del mundo en el mercado de arriendo de oficinas. Pero WeWork no sólo ofrece un espacio para trabajar. Sus fundadores -uno formado en un kibutz en Israel, y el otro en una comunidad hippie en Oregon- hablan de contribuir a un "cambio de conciencia global con un impacto positivo en las comunidades". ¿De qué se trata esta empresa que ya cuenta con 425 edificios en 100 ciudades, y que planea ampliarse de cuatro a diez en Santiago, sólo en su primer año? ¿Cómo se siente trabajar en un lugar donde todo está calculado para que la gente se conecte? Según quienes están ahí, así es como se ve el futuro del trabajo.
Al abrirse las puertas del ascensor en el piso 22 del edificio de Apoquindo 5950, el olor a café tostado recién hecho guía el camino hacia el centro de una gran planta abierta. Decenas de maceteros con plantas verdes llenan las esquinas, mientras la vista se concentra inevitablemente en la majestuosa panorámica a la Cordillera por un lado, y a Santiago por el otro. Pinturas y murales de artistas locales inspirados en los colores del atardecer que se ve diariamente desde este lugar están en todos los espacios, incluidas dos terrazas abiertas donde gente escucha música o conversa en los sillones. Otros juegan taca-taca y varios más se concentran en las pantallas de sus relucientes laptops.

En el mesón de la recepción, con un gran cartel de neón destellante de fondo donde se lee 'Chile Poi; dos encargados de recibir a los visitantes revisan las agendas en sus computadores. Es como si al salir del ascensor, uno entrara a un moderno hotel de ensueño, donde se invirtió en el mejor diseño italiano para su mobiliario y contrató a los mejores interioristas suecos. Pero no. Tampoco es el edificio de una importante compañía de tecnología que hace alarde de su prosperidad con estos detalles, ni el showroom de una tienda de lujo. Es, en realidad, la sala común del primer edificio de WeWork en Chile: la startup de arriendo de oficinas que un arquitecto y un emprendedor fundaron hace nueve años en Nueva York y que hoy tiene un valor de más de 20 mil millones de dólares, a la altura de empresas como Uber, Airbnb, Palantir Technologies y Space X.

El modelo se ve simple: la empresa arrienda varias plantas de modernos edificios, que subalqulla según la necesidad de las empresas y emprendedores interesados. Sin embargo, su servicio va mucho más allá. WeWork ofrece una "cultura corporativa" o como han dicho sus fundadores incesantemente: un ambiente donde se humaniza el trabajo. "Creemos que lo que está pasando hoy en WeWork es lo que viene en el futuro. Hoy las empresas quieren estar en lugares que se prestan para crear, innovar, para que la gente esté contenta trabajando"; asegura Leandro Basáez, country manager para Chile de la compañía, que comenzó a operar en Santiago hace menos de un año y se prepara para la apertura de dos nuevos edificios que se suman al de Apoquindo y al que le siguió en Sánchez Fontecilla.

¿Cuál es la diferencia entre estar en WeWork con respecto a otro espacio de oficinas compartidas? "Acá perteneces a una comunidad mucho más grande que sólo el piso o el edificio en el que estás. Pasas a ser parte de una comunidad de 400 mil miembros en todo el mundo y eso es muy potente" agrega Basáez. Ese es, dicen, su verdadero objetivo: conectar a la gente, y cada detalle está pensado para esa finalidad. Desde los afiches en el ascensor, donde se publicitan los eventos organizados por WeWork o por sus mismos miembros para mostrar su trabajo, las pantallas de TV que presentan a las empresas integrantes. hasta los dispensadores de agua con fruta en las cafeterías donde todos se encuentran, y los pasillos, lo suficientemente anchos para que dos personas puedan caminar por ellos, pero lo suficientemente angostos para que estén obligados a levantar la vista y saludarse.

"Esto responde a la influencia de los millennials. En nuestro último reporte de Impacto Global -publicado esta semana- se revela que el próximo año ellos van a componer la mayor fuerza laboral en el mundo, alcanzando un 50%. Hoy en Chile ya estamos ahí. Los millennials necesitan un lugar cómodo para que se queden más tiempo, y así ser más productivos. Necesitan un propósito para estar ahí, no sólo el de la empresa, sino también culturar, explica Basáez.

Waleska Herrera, jefa de Capital Humano de la aceleradora de innovación corporativa INNSPIRAL y Máster en Psicología Organizacional, es clara: "La manera en que se ve y entiende el trabajo ha cambiado". Ella es una de los muchos estudiosos de la economía y el trabajo que están de acuerdo en que modelos como el de WeWork son los que se adaptan a la nueva cultura laboral. El tema es objeto de estudio en las principales universidades del mundo, y reportes de fuentes como el National Business Review de Harvard, y medios especializados como Forbes y Financial Times, han popularizado sus conceptos. "El trabajo es algo que le da sentido a tu vida, tiene que estar alineado con tus valores y expectativas. Estas son generaciones que están buscando ser parte de algo grande, con un propósito. Y eso cambia totalmente la percepción. Hoy la gente busca una pega que se la esté jugando para que tú estés con ellos", dice Herrera.

UN INICIO ECOLÓGICO
Todo comenzó en 2002. Adam Neumann, hoy de 40 años, recién había recién aterrizado en Nueva York tras vivir un buen tiempo en un kibutz en Israel y de un paso de cinco años en las Fuerzas Armadas. Se mudó con su hermana, una supermodelo que vivía en un edificio de 15 pisos en el centro de la ciudad y lo primero que le llamó la atención fue que nadie en los ascensores se saludara. Pensó que era una característica cultural, de no molestar al del lado, y decidió hacer un experimento: durante un mes, le tocarían la puerta a todos los vecinos, sin avisar, para invitarlos a tomar una taza de café. El resultado fue inmediato. Cambió la dinámica del edificio y los vecinos pasaron de ser absolutos extraños a organizar fiestas de bienvenida para los nuevos inquilinos y celebrar eventos en la azotea para compartir experiencias.

Convencido de que este concepto de vida no sólo sería beneficioso en lo humano, sino que a través de ello se podrían generar importantes redes de contacto, lo propuso como proyecto en el primer programa de emprendimiento del Baruch College en Nueva York, donde se graduó. La idea ni siquiera avanzó a la segunda fase. El decano de la escuela le dijo que alguien de su edad jamás podría recaudar los fondos para un proyecto disruptivo en el mercado inmobiliario.

Menos de una década después, Neumann demostraría lo contrario.

Concentrado en su emprendimiento Krawlers -una marca de ropa de guagua-, en 2007 compartía departamento con un compañero de oficina de Miguel McKelvey, un arquitecto criado en una comunidad hippie en Oregon, que dirigía su pequeño estudio. Caer en cuenta de que compartían una misma visión sobre una cultura de trabajo colaborativa los unió. En 2008 fundaron un cowork llamado GreenDesk, con una fuerte orientación ecológica, que vendieron dos años más tarde para arrendar el primer edificio de lo que bautizaron WeWork, en el SoHo. El gran salto vino en 2014 cuando, gracias a inversionistas de la talla de JP Morgan, Goldman Sachs y Benchmark, la compañía había abierto 51 sedes y se había expandido a Europa e Israel. Entre los usuarios de las oficinas se contaban áreas de grandes empresas como PepsiCo, Merck y American Express.

Otro gran hito vino en 2017, cuando la compañía de Neumann y McKelvey se transformó en receptora del Vision Fund, el fondo para la innovación más Importante del mundo, gestionado por SoftBank -el banco japonés famoso por apoyar "unicornios", como Uber, Lyft y Airbnb- con millonarios aportes. Al mismo tiempo, WeWork inauguraba oficinas en China y en el sudeste asiático.

El aterrizaje en Chile ha sido igual de vertiginoso. Abrieron su primera sede en septiembre del año pasado, tres meses después la segunda, en Sánchez Fontecilla, y están a punto de abrir dos más: en el Mall Vivo en el centro, en junio, y otra en Avenida Kennedy, en septiembre. Pero la idea, dicen desde la administración, es terminar 2019 con 10 edificios, todos en la capital, y posar de los tres mil miembros actuales a los nueve mil. Un botón de muestra de su explosivo crecimiento global, que a su vez también aparece como una señal comunicacional en los meses previos a su inminente salida a la bolsa -este lunes se apuntaron para hacer su primera oferta pública en Wall Street-, la más esperada de este año después de la de Uber, en la cual la apuesta es lograr la mayor cantidad de capital posible para hacer sustentable el negocio.

AL FIN LLEGÓ EL LUNES
Todos los días, desde las 8:30 am se puede ver a Fernanda Cohelo (31) revisando piso por piso las instalaciones del edificio de Apoquindo. Enérgica y muy sociable, conversa con todos los que se encuentra y sonríe a todos a quienes saluda. Es la Community Manager del edificio, una suerte de gerente de la sede que además de preocuparse de cada detalle de la operación diaria del lugar, tiene la misión de que los miembros se sientan a gusto. "Aquí la hospitalidad es muy importante. Es lo que más nos interesa. Siempre les digo a los chicos de la recepción que miren a los ojos cuando atienden, que les pregunten cómo están. Muchos vienen a entrevistas de trabajo y ese saludo les puede dar la calma que necesitan en un momento de ansiedad", asegura. Para ella, su rol es como el de quien dirige un hotel. "Sólo que en mi caso en vez de tener habitaciones, tengo oficinas", dice.

Sus funciones son igual de variadas: desde resolver dudas de los gerentes de las empresas hasta preocuparse de que las impresoras estén funcionando, que no falte café ni leche de almendras, que los baños estén impecables y que los eventos -cuatro a la semana- salgan a la perfección. °Para mf, que soy súper orientada al servicio al cliente, es un modelo muy interesante y que ha dado muy buenos resultados acá. Uno habría esperado que a los chilenos les costaría más acostumbrarse, pero en realidad lo han entendido muy bien", asegura.

Y si bien en un principio uno podría pensar que en todos los vasos aparezca la leyenda "siempre piénsalo medio lleno; en todas las poleras del equipo esté el estampado "Do what gou love" (haz lo que amas) en grandes caracteres, y que el evento de todos los lunes en la mañana se llame 'TGIM (Thank God ls Monday o Gracias a Dios es Lunes)" para celebrar que llegó una nueva semana, podría aparecer demasiado motivacional, finalmente el espíritu ha impactado positivamente en el desempeño. Así lo evalúa Rafael Ferrer, gerente general de la agencia de publicidad Grupo Mass. 'Nosotros teníamos una casa exquisita en Vitacura, con piscina, hacíamos asados, tenía su glamour. Pero también altos costos administrativos. Hoy eso está resuelto y nos podemos concentrar en el trabajo. Quizás perdimos algo, pero ganamos otras cosas. La gente se siente menos aislada, y en un ambiente súper profesional. Hace muy poco hice una encuesta de clima laboral y todo en la evaluación mejoró", afirma.

Ese tipo de intercambio es parte importante de lo que atrajo al área de Nuevos Negocios de la automotora Derco, que hace dos meses se instaló en el edificio de Apoquindo. El gerente, Pablo Zapata, cuenta que su misión es desarrollar un proyecto totalmente disruptivo para su industria y con ese objetivo, estar en un espacio así hace sentido. "Nos vimos en la necesidad, para romper con viejos paradigmas, de establecernos en un lugar out of the box; explica. "Por otra parte, el espíritu de cocreación que aquí se incentivo nos resulta súper sexy. Necesitamos todo el tiempo nuevos proveedores y nuevos socios, y a través de la app a la que accedes como miembro de WeWork, una comunidad al estilo muro de Facebook, hemos encontrado potenciales socios con los que estamos a pisos de diferencia para compartir un café y conversar sobre una visión conjunta", agrega

A los empleados de Logitech, empresa suizo-americana que desarrolla tecnología para computación y que llegó hace seis años a Chile, les gusta la filosofía de la empresa. Desde la preocupación por las emisiones de carbono hasta el reciclaje, pasando por, incluso, no permitir la venta de carnes rojas y pollo, para desincentivar una industria que consume millones de litros de agua. "Hoy tenemos un acuerdo global. Desde Chile se potenció esta relación con oficinas de otros países. El equipo está feliz, tenemos metro a la puerta y una sala de reuniones que podemos agendar desde la misma aplicación. Estamos todos trabajando en equipo, todos cerca Ya no existe el jefe encerrado en una oficina al que hay que pedirle hora, no existe cumplir horario por cumplir, eso se acabó. Y ese cambio es para bien", opina el Country Manager Francisco Hola

Pero, obviamente, el modelo tiene detractores. Y una de las principales críticas tiene que ver con la disolución de la frontera entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre. "No hay que desentenderse de que finalmente la vida social y la económica se está estructurando en torno al trabajo, y ese tipo de organización es lo que permite que ya no haya brechas entre el trabajo, la vida personal y familiar, explica Arturo Arriagada, sociólogo y director de Cultura Social Media de la Escuela de Comunicaciones UAI. Y agrega un sesgo de clase que relativiza la supuesta horizontalidad que refleja el modelo de WeWork: "En esta cultura del emprendimiento se generan las mismas desigualdades que en el mercado laboral. La gente que está teniendo los privilegios de acceso, pudiendo cumplir esta expectativa de 'me encanta mi trabajo, sin muchas frustraciones, es gente de buena situación, o que tienen papás que los siguen ayudando. Hace poco en el New York Times apareció un reportaje dando cuenta de que la mayoría de los millennials siguen apoyados por sus padres".

DE CABEZA DE RATÓN A COLA DE LEÓN
Entre 2010 y 2012, Jimena Zapata (35), ingeniera comercial, periodista y fundadora de Genias, una consultora para emprendedoras, estaba acompañando a su marido mientras hacía un MBA en Harvard cuando WeWork aterrizó en esa ciudad. "Nunca pude ir, pero me convertí en su fan a través de sus redes sociales, donde muchos bloggers que yo admiraba posteaban su experiencia de trabajo en las oficinas. Y yo pensaba: ¿Cuándo va a llegar esto a Chile? Yo quiero estar ahí".

Su sueño se cumplió casi a la medida. El año pasado, cuando WeWork anunció su llegada a Santiago, invitaron a actores clave de la comunidad de startups e innovación a visitas guiadas por lo que sería su nuevo edificio. Y una de esas invitadas fue Jimena. "Nosotras no trabajamos ahí físicamente, pero somos amigas de la casa", cuenta. A cambio de difusión en las redes sociales, acá les prestan un espacio para reuniones cada vez que lo necesitan -en la sala de su oficina no caben más de 8 personas- , pueden ir cuando quieran a usar los espacios para sesiones de fotos que necesitan para difusión, y están siempre consideradas para las decenas de eventos de trabajo y ocio que allí se desarrollan. Como Genias, es una especie de segundo hogar. "Intentamos trabajar ahí, pero es un espacio muy caro para emprendedores, era un costo fijo muy alto, a pesar de que había una promoción. Hace más sentido que trabajen ahí empresas más grandes, por ejemplo, el área de innovación del banco de Chile está ahí" dice Zapata.

Aunque hay quienes opinan lo contrario. Como Beatriz Cueto (47), antropóloga especialista en desarrollo organizacional, que hasta que descubrió WeWork pasaba su jornada laboral entre una oficina que arrendaba en un edificio cualquiera, los salones que debía gestionar para sus charlas y el Starbucks, su lugar preferido para trabajar hasta hace algunos meses. "Yo trabajo sola, y WeWork reúne todo lo que yo buscaba en tres lugares en uno solo. Ahí no tengo que preocuparme de nada más que de ser productiva, y es una delicia llegar a trabajar. También hay tiempo y espacios para el ocio: puedo dormir siesta en la terraza, en unos pufs maravillosos que hay, y en las actividades sociales y de networldngya he conocido mucha gente. Incluso me han salido algunos proyectos", cuenta.

Cueto comparte una oficina cerrada con 10 empresas y profesionales más, entre ellos Verónica Marshall, socia de Building me, una agencia que pone publicidad en la vía pública, sobre todo en edificios. Ellas venían de un co-work más chico, donde armaron toda la red de producción con la que trabajan, pero sentían que era momento de crecer y en ese contexto, decidieron migrar a WeWork. °El plan tiene que ver con consolidarse bien, porque somos una pyme, y la competencia es una multinacional con muchos recursos. Este espacio tiene eso: es internacional, hay más oportunidades. Acá hay empresas grandes, y cuando uno todavía es chico es bueno estar cerca, tener a quién mirar para arriba, recibir información de los que vienen de vuelta". ¿Han mejorado las cifras del negocio? "Así es, y también los tipos de proyecto y su alcance. Acá podemos materializar un mejor desarrollo de la estrategia de la empresa", dice Marshall.

El modelo de WeWork basa buena parte de sus ventajas en juntar en un solo lugar físico a grandes empresas con emprendedores, donde teóricamente -y en la práctica según la experiencia de la mayoría de los entrevistados para este reportaje-, todos se benefician del ecosistema Pero eventualmente, y a la larga, el beneficio podría tener un costo adicional, sobre todo para más pequeños. °Hay que tener claro que finalmente esto es un negocio", puntualiza Valentina Diónez, antropóloga de la Fundación Sol. "Estos modelos venden el mito de la libertad, de la máxima flexibilidad al servicio del trabajador. Algo que está muy presente en la actual fase del capitalismo, que muestra una cara cada vez más alegre con estos espacios tipo Google, donde hay mesas de ping pong y cervezas, pero donde el control externo se traspasa al propio sujeto, que tiene que gestionarse todo él mismo, lo cual finalmente favorece la autoexplotación por parte de los trabajadores. Esa es la cara menos visibilizada de lo que hoy se conoce como emprendedor profesional" sentencia.

¿Cuál sería entonces el modelo ideal, según esta visión? ¿Es el futuro ideal muy distinto a lo que ofrece WeWork?
"Yo plantearía una visión crítica respecto de estos proyectos que se presentan como adecuados para la felicidad humana. Por una parte, trabajos que aseguren los derechos laborales, protección social, derecho a organizarse y, por cierto, derecho a desconectarse. Y, por otro lado, espacios colaborativos en un esquema horizontal, donde los propios trabajadores gestionen su espacio de trabajo con una mutua corresponsabilidad".

Recuadro
"Esto responde a la influencia de los millennials. Ellos necesitan un lugar cómodo para quedarse más tiempo, y así ser más productivos. Necesitan un propósito para estar ahí, no sólo el de la empresa, sino que culturalmente también", explica Leandro Basáez, country manager de WeWork.

Una de las críticas al modelo tiene que ver con la disolución de la frontera entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre. "La vida social y económica se está estructurando en torno al trabajo, y ese tipo de organización es lo que permite que ya no hayan brechas entre el trabajo, la vida personal y familiar, explica Arturo Arriagada, sociólogo y director de Cultura social Media de la Escuela de Comunicaciones UAI.

DEL TRABAJO A UN ESTILO DE VIDA
En enero de este año, los fundadores de WeWork anunciaron al mundo que su plan de expansión iba mucho más allá de estar presentes en todas las capitales del mundo o convertir los polos comerciales más importantes en verdaderos barrios en torno a su compañía. El plan maestro no sólo aborda el mundo del trabajo, sino que apunta a un estilo de vida. Por esto, se trasformaron en WeCompany, que agrupa todas sus ambiciones respecto a cómo la gente trabaja, vive y crece.

Esos son los tres pilares de la compañía: We Work, We Live y We Grow. El primero busca ofrecer espacios de trabajo en los que ir a trabajar sea en función de una vida feliz y que el trabajo no sólo sea un medio para vivir. El segundo ofrece viviendas de diversos formatos para que las personas vivan en comunidad y acompañados respetando los espacios personales -con dos proyectos ya en operación en Nueva York y Washington D.C.- , y el tercero, una unidad educativa conformada de colegios donde los mismos miembros son mentores de los niños. "Nuestra misión será elevar la consciencia del mundo. Y vivir una vida consciente significa elegir vivir proactivamente y con un propósito", dicen. Una filosofía que, en palabras del fundador Andy Neumann, no tiene límites. En entrevista con Businees Insider le preguntaron cuál era su visión para la compañía y él respondió: "Llevar a WeWork a Marte".

Para cumplir con su proyección, la empresa necesitará sortear una serie de desafíos financieros. Por esto, esta semana presentaron de manera confidencial los documentos necesarios para abrirse a la bolsa. Así lo informaron en un mail a sus empleados que fue filtrado a través de Bloomberg. En el documento, Neumann explica que hicieron la solicitud en diciembre y que recientemente entregaron la documentación actualizada Así, asegura, podrán cumplir con su meta: "Como una de las redes físicas más grandes del mundo, es nuestra responsabilidad ayudar a marcar el camino y establecer el ejemplo global para las personas y las empresas sobre cómo debemos cuidarnos unos a otros y a nuestro planeta".

CÓMO FUNCIONA WEWORK
De acuerdo al estudio de WeWork en asociación con HR&A Advisors, donde se evaluó el impacto económico y social de la compañía en 75 ciudades, incluida Santiago, el 40% de los miembros del país asegura que la compañía los ayudó a acelerar su crecimiento. Esto, en gran parte, gracias al ahorro en arriendo y costos de mantención de una oficina convencional.

¿Cuánto cuesta WeWork? Depende de la necesidad del negocio. Por lo mismo hay diversos formatos:

On Demand: Tiene un precio inicial de 45 dólares por mes y corresponde a una membresía We, que cobra por uso de un escritorio durante un día o una sala de reuniones durante una hora en cualquier ubicación. Esto, además, da acceso a un locker para guardar las pertenencias.

Espacio de trabajo compartido: En este formato, se puede elegir un hot desk -la persona puede escoger dónde instalarse cada vez que vaya- o tener un escritorio en una oficina compartida. Da acceso a todas las amenidades, créditos para salas de reuniones y es recomendado para empresas emergente; y pequeñas, trabajadores independientes y consultores, y para trabajadores remotos.

Oficina privada: Con un precio inicial de $250 mil al mes dependiendo de la cantidad de personas, corresponde a oficinas cerradas donde se pueden alojar equipos de hasta 100. Incluye acceso a salas de reuniones, lounges y amenidades compartidas de WeWork, como café tostado y servicios de impresión.
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Por Daniela Pérez G. y Ana Maria Hurtado Fotos: Pablo Izquierdo Ilustración de portada: Marco Valdés-